Nº 246
AHSRE EXP. 16-6-7 F. 57
Regeneración, Semanal
Revolucionario, IV época, n° 39
24 de mayo de 1911, Los Angeles,
California
“La Junta Organizadora del Partido
Liberal Mexicano A los Soldados Maderistas y a los Mexicanos en
General”
Mexicanos:
La Revolución ha llegado
al punto en que forzosamente tiene que seguir cualquiera de estos
dos cursos: o degenerar en un movimiento simplemente político en el
que encontrarán garantías solamente los jefes de ella y la clase
rica quedando la clase pobre en la misma o peor condición que
antes, o, por el contrario, seguir su marcha avasalladora
convirtiéndose por completo en una verdadera Revolución Económica,
por la cual lucha el Partido Liberal Mexicano, y cuyo triunfo será
la toma de posesión de la tierra y de la maquinaria de producción
para el uso y libre disfrute de ello por todos los habitantes de
México, hombres y mujeres.
Si ocurriera lo primero,
esto es, si la Revolución degenerase en un simple movimiento
político que sentase en la silla presidencial a Madero o a cualquier
otro hombre, la clase pobre habría dado una vez más su sangre
generosa para seguir en la esclavitud política y económica.
La historia de nuestras
revoluciones está llena de ejemplos de esta naturaleza. La clase
trabajadora ha dado su sangre en todas ellas para quedar sometida a
las mismas condiciones de miseria, de hambre, de ignorancia en que se
encontraba antes de tomar las armas. Ese ha sido el resultado, porque
los soldados rebeldes no tenían en la mente la idea y el propósito
inflexibles de luchar exclusivamente por los intereses de su clase.
El interés de la clase trabajadora es no tener patrones, y para
hacer triunfar ese interés, es necesario desconocer a los ricos el
derecho de propiedad, y arrancar virilmente de sus manos la tierra y
la maquinaria de producción para el servicio de todos.
La Guerra de
Independencia y todas las demás revoluciones que han conmovido al
pueblo mexicano desde entonces hasta la que llevó al poder a
Porfirio Díaz, no dieron ningún buen resultado a la clase
trabajadora que derrochó su sangre en esas luchas. Esto prueba que
las luchas que se entablan para elevar al poder a un hombre, son
estériles, porque con ese solo hecho no come el pueblo. El triunfo
en esos casos, es el triunfo de los que quieren encumbrarse, de los
que quieren ser Presidentes, Gobernadores, Jefes Políticos,
Presidentes Municipales, Jueces, Diputados, Ministros, empleados de
cualquier categoría y aun simples polizontes; pero la clase
trabajadora nada gana con eso.
Es necesario, pues, abrir
los ojos, mexicanos. No nos conformemos con que Madero vaya a
sentarse en el sillón presidencial, porque ningún gobierno podrá
decretar la felicidad. La felicidad se consigue obteniendo la
libertad económica por medio de la toma de posesión de la tierra y
de la maquinaria de producción, para aprovechar todo eso en común.
Francisco I. Madero y
Porfirio Díaz acaban de celebrar un tratado de paz. El telégrafo y
el correo están siendo empleados para pedir a todos los jefes
insurrectos que suspendan las hostilidades con el objeto de que se
hagan nuevas elecciones; pero eso no resuelve el Problema del Hambre.
Se harán tal vez las elecciones, resultará electo Presidente un
hombre bueno; pero ese hombre, por bueno que sea, no podrá salvar de
la miseria a la inmensa mayoría del pueblo mexicano, porque como
gobernante, tendrá forzosamente que velar por los intereses de la
clase capitalista, pues no para otra cosa sirven los gobiernos.
Está ya anunciado que
las fuerzas federales y las fuerzas maderistas, perseguirán a los
revolucionarios que no se conforman con que este movimiento termine
con la farsa de una nueva elección. Desde luego, maderistas y
federales, unidos, se han puesto en marcha para aplastar a los
compañeros liberales que operan en el Distrito de Río Grande del
Estado de Coahuila.
El compañero Miguel B.
González fue desarmado en unión de veinte compañeros más que
operaban en la Sierra del norte del Estado de Chihuahua, por las
fuerzas maderistas de Gabriel Márquez. Los desarmes que sufrieron
las fuerzas de Silva y de Alanís por Madero en persona están
frescos en nuestra memoria.
¿De qué se trata? Se
trata de suprimir el movimiento verdaderamente emancipador del
Partido Liberal Mexicano. Madero tiene pagados a muchos de sus
lacayos, para que, fingiéndose libertarios, se mezclen entre las
fuerzas liberales, procurando hacerse dignos de la confianza de
nuestros compañeros, y en un momento dado, desarmarlos y fusilarlos.
Así, pues, se ha
declarado por los jefes maderistas, una guerra de exterminio contra
las fuerzas liberales en todo el país, porque los liberales queremos
la libertad económica de la clase pobre. Entendedlo, desherados
entendedlo.
Madero y Díaz han
firmado el pacto de que las fuerzas maderistas se convertirán en
fuerzas federales para aplastar a los heróicos compañeros liberales
que no rindan sus armas. Ya se habla de enviar a Orozco o a Villa a
sofocar el movimiento de los liberales de Sonora. Ya se habla de que
otros jefes maderistas combinados con los federales, aplasten a los
liberales del centro de México. Ya se habla de que otros jefes
maderistas, combinados con los federales, aplasten a los
revolucionarios de Veracruz y de Tabasco, de Campeche y Yucatán, de
Chiapas y de Oaxaca, de Guerrero y de Morelos, de Durango, de
Sinaloa, de Tepic, de Jalisco, de Guanajuato, de todas partes.
¡No es ésta una
tremenda traición al movimiento revolucionario! ¿Es que se ha
derramado sangre proletaria para que unos cuantos bandidos se
aprovechen de ese sacrificio? ¿Va a terminar este grandioso
movimiento con una farsa de elecciones? ¿Se agotó la verguenza? ¿Ya
no hay rostros que se pongan rojos? ¿Vamos a tomar la tierra y la
maquinaria llevando en las manos boletas electorales?
Volved vuestros fúsiles,
soldados maderistas, contra vuestros jefes, tanto como contra los
federales. ¿O estáis conformes con transformaros de la noche a la
mañana de soldados de la libertad que os llamáis en esbirros de los
déspotas?
Nó; vosotros, soldados
maderistas, pertenecéis a la clase trabajadora y os negaréis a
disparar sobre vuestros hermanos desheredados del Partido Liberal
Mexicano. No cometáis la infamia de asesinar a los que precisamente
están luchando por vuestra verdadera redención, a los liberales que
no quieren otra cosa que convertir en hermanos y en iguales a todos
los mexicanos, haciendo que el pueblo tome posesión de todo cuanto
existe.
No conspiréis contra
vosotros mismos. Deshaceos de vuestros jefes de cualquier manera y
enarbolad la Bandera Roja de vuestra clase inscribiendo en ella el
lema de los liberales: Tierra y Libertad.
¿Os levantásteis en
armas para daros el gustazo de poner en la Presidencia a un nuevo
verdugo o con la idea de obtener beneficios materiales no solo para
vosotros, sino también para todos los mexicanos sin excepción
ninguna? Si os levantásteis en armas con la idea de mejorar las
condiciones en que vive el pueblo mexicano, uníos resueltamente a
las falanges de la Bandera Roja, esto es, a las falanges liberales.
Pero antes, deshaceos de vuestros jefes que ya sueñan con las
dulzuras de una vida ociosa, arrastrando la espada en los
embanquetados de las ciudades, con cruces y condecoraciones en el
pecho, o bien, sentadotes en los bancos del Congreso, o en las sillas
de los Gobiernos de los Estados, o de Ministros y grandes señores,
mientras vosotros, los que os rehuséis a viciaros y prostituiros en
los cuarteles del nuevo gobierno, iréis otra vez al campo, al
taller, a la mina, a la fábrica a deslomaros para sostener la
grandeza de vuestros nuevos amos, lo mismo que siempre.
Hermanos desheredados que
peleáis en las filas de Madero, escuchad nuestra voz que es
desinteresada. Nosotros los liberales no queremos pesar sobre
vosotros. Ninguno de los miembros de esta Junta Organizadora del
Partido Liberal Mexicano os solicita vuestro voto para vivir de
parásitos. Queremos que, cuando ya esté la tierra en las manos de
todos los desheredados, ir a trabajar a vuestro lado con el arado,
con el martillo, con el pico y la pala. No queremos ser más que
vosotros, sino vuestros iguales, vuestros hermanos.
Deberíais estar
convencidos de nuestra sinceridad como luchadores. No comenzamos a
luchar ayer: nos estamos haciendo viejos en la lucha contra la
tiranía y la explotación. Los mejores años de nuestra vida han
transcurrido en los presidios de México y de los Estados Unidos por
ser leales a la causa de los pobres. No debéis, pues, desconfiar de
nuestras palabras. Si luchásemos por nuestro proyecto personal, hace
mucho tiempo que habríamos aceptado las, para otros, tentadoras
proposiciones de los verdugos del pueblo. Recordad que no una, sino
muchas veces, se nos ha ofrecido dinero para someternos. En este
momento los grandes banqueros norteamericanos, así como Díaz y
Madero, podrían hacernos millonarios con solo que abandonásemos la
sagrada causa de los trabajadores.
Nuestra vida humildísima,
como les consta a todos los que nos tratan, es la mejor prueba de
nuestra honradez. Vivimos en casas malsanas, vestimos trajes muy
pobres, y en cambio trabajamos como ningún jornalero trabaja.
Nuestro trabajo es verdaderamente rudo, fatigoso, agotante. Si no
fuésemos sinceros, ¿para qué matarnos trabajando tanto por
solamente la comida? Con tal de que nos alejásemos de esta lucha,
Wall Street y los vampiros americanos nos pueden dar millones para
establecer grandes negociaciones en México o aquí para tener a
salario a vosotros mismos y explotaros de esa manera.
Oíd, pues, nuestras
palabras, hermanos de infortunio, compañeros de cadena: no rindáis
nunca las armas, desconoced a los jefes y oficiales maderistas y
deshaceos de ellos de cualquier manera. Comprended que el Partido
Liberal Mexicano es el único que lucha por vuestro bienestar y el
bienestar de todos los mexicanos, y enarbolad la Bandera Roja
gritando con entusiasmo: ¡Viva Tierra y Libertad! Pero no os
conforméis con gritar: tomad la tierra y dadla al pueblo, para que
la trabaje sin amos.
TIERRA Y LIBERTAD.
Los Ángeles, California, mayo 24 de
1911.
Ricardo Flores Magón,
Antonio de P. Araujo, Librado Rivera
Enrique Flores Magón,
Anselmo L. Figueroa
No hay comentarios.:
Publicar un comentario