Nº 130
AHSRE L-E-954 FF. 315 a 320
Los Angeles, California, 13 y 15 de
junio de 1908.
Secretaría de Estado y del Despacho de
Relaciones Exteriores de México
Carta de Ricardo Flores Magón a
Práxedis Guerrero y Enrique Flores Magón
Esta carta la escribo
hoy, trece de junio de mil novecientos ocho, queridos hermanos
Práxedis y Enrique, para comunicarles un asunto que, a mi modo de
ver, es de capital importancia. La idea que paso a mostrar a ustedes
se la expuse ya a nuestro compañero Librado, quien está de acuerdo
con ella. Vamos al grano.
Ustedes saben tan bien
como yo, que ninguna revolución logra hacer prevalecer despues del
triunfo y hacer prácticos los ideales que la inflamaron y esto
sucede porque se confía que el nuevo gobierno hará lo que debió
hacer el pueblo durante la revolución.
Siempre ha sucedido lo
mismo. En todas partes se enarbola una bandera con reformas mas o
menos importantes; se agrupan al rededor de ella los humildes; se
lucha, se derrama más o menos abundantemente la sangre, y si triunfa
la revolución, se reune un congreso encargado de reducir a leyes los
ideales que hicieron al pueblo tomar las armas y batirse. Al congreso
van individuos de toda clase de ideales, avanzados unos, retrógrados
otros, moderados otros más, y en la lucha de todas esas tendencias
las aspiraciones de la revolución se marchitan, se desvirtúan y
después de largos meses, cuando no después de largos años se
vienen aprobando leyes que ni siquiera se adivinan los ideales por
los cuales dio su sangre el desdichado pueblo. Pero supongamos que
por un milagro se dicten leyes en las que brillen con toda su pureza
los ideales de la revolución, cosa que nunca se ha visto
ciertamente, porque muy pocos diputados tienen los mismos ideales que
el pueblo que empuñó las armas; supongamos que el milagro se
realiza y que en el caso especial de nuestra lucha, el congreso
ordena el reparto de las tierras, la jornada de ocho horas y el
salario no menor de un peso, podremos esperar que los terratenientes
se cruzaran de brazos para dejar escapar lo que los hace poderosos y
les permite vivir en la holganza? Los dueños de toda clase de
empresas donde se emplean brazos, no cerrarán sus negociaciones o,
al menos, no disminuirán el número de obreros que emplean, para
obligar al gobierno a revocar la ley con la amenaza del hambre del
pueblo, fingiendo que les es materialmente imposible pagar más por
menos horas de trabajo?
Agotados los recursos
para la revolución, el pueblo se encontraría en una condición más
difícil que aquella por la cual se vió obligado á rebelarse. El
pueblo, sin pan, escucharía la palabra de los burgueses que dirían
que se le había engañado y lo acaudillarían para derrocar al nuevo
gobierno, con lo que se salvarían de perder sus tierras unos y de
hacer concesiones a los trabajadores otros.
Los ricos se rebelarán
cuando se trate de hacer práctico el Programa del Partido Liberal,
en caso de que, por un verdadero y único milagro en la historia de
las revoluciones de los pueblos, se hubieran conservado intactos los
ideales de la revolución después de su triunfo.
Como anarquistas sabemos
bien todo esto. Sabemos bien lo que hay que esperar del mejor
gobierno que pueda pesar sobre cualquier pueblo, y, como anarquistas,
debemos poner todo lo que esté a nuestro alcance para que la
revolución que está en vísperas de estallar dé al pueblo todos
los beneficios que sea posible conquistar.
Para alcanzar grandes
beneficios para el pueblo, beneficios efectivos, hay que obrar como
anarquistas en el curso de la revolución, pero si obramos con el
nombre de anarquistas, seremos fácilmente aplastados aun por los
mismos que nos tienen por jefes. Todo se reduce a mera cuestión de
táctica. Si desde un principio nos hubieramos llamado anarquistas,
nadie, a no ser unos cuantos, nos habría escuchado. Sin llamarnos
anarquistas hemos ido prendiendo en los cerebros ideas de odio contra
la clase poseedora y contra la casta gubernamental. Ningun partido
liberal en el mundo tiene las tendencias anticapitalistas del que
está próximo a revolucionar en México, y eso se ha conseguido sin
decir que somos anarquistas, y no lo habríamos logrado ni aunque nos
hubieramos titulado no ya anarquistas como somos, sino simplemente
socialistas. Todo es, pues, cuestión de táctica.
Debemos dar las tierras
al pueblo en el curso de la revolución; de ese modo no se engañará
después a los pobres. No hay un solo gobierno que pueda beneficiar
al pueblo contra los intereses de la burguesía. Esto lo saben bien
ustedes como anarquistas y, por lo mismo, no tengo necesidad de
demostrarlo con razonamientos o con ejemplos. Debemos también dar
posesión al pueblo de las fábricas, las minas, etc. Para no
echarnos encima a la nación entera; debemos seguir la misma táctica
que hemos ensayado con tanto éxito: nos seguimos llamando liberales
en el curso de la revolución, pero en realidad iremos propagando la
anarquía y ejecutando actos anárquicos. Iremos despojando a los
burgueses y restituyendo al pueblo. He aquí el medio que se me
ocurre y que someto a la atención de ustedes:
En virtud de la
revolución las fábricas, las haciendas, las minas, los talleres,
etc. van a cerrar sus puertas, no porque los trabajadores tomen las
armas, pues no todos las tomarán, sino por otras razones entre las
cuales pueden contarse la paralización o amortizamiento de las
transacciones comerciales debido a la inseguridad que hay para los
intereses en tiempos en que el respeto a la autoridad está relajado,
y la orden en todos los lugares dominados por la revolución de que
no se pague a los trabajadores menos de un peso por la jornada
establecida de ocho horas. La consecuencia de ese proceder de la
burguesía será el hambre, porque agotadas las existencias no se da
paso a producir más.
Nosotros no debemos
esperar a que llegue el hambre, por lo mismo, tan pronto como una
hacienda paralice sus trabajos, una fábrica cierre sus puertas, una
mina deje de extraer metal, etc., invocaremos la utilidad pública de
que no cese el trabajo, cualquiera que haya sido el pretexto de los
amos para suspenderlo, y con la razón de que es preciso reanudar los
trabajos, para impedir el pauperismo, daremos a los trabajadores las
negociaciones que hayan cerrado los burgueses, para que ellos las
sigan explotando bajo un pie de igualdad.
Para evitar que los
trabajadores así beneficiados pretendan hacerse burgueses a su vez,
se prescribirá que todo el que entre a trabajar a esas negociaciones
tendrá derecho a participar una parte igual a la de los demás. Los
trabajadores mismos administrarán esas negociaciones.
Si se trata de haciendas
sería injusto dar todo el terreno a los trabajadores de las mismas
porque entonces muchos se quedarían sin nada. Se daría a los
trabajadores de las haciendas lo que actualmente trabajan en ellas,
reservándose lo que no se utiliza para los demás pobres. Como los
trabajadores de las haciendas seguirán trabajandolas conforme a este
plan, los que quieran tierras de las que no se utilizan actualmente,
al ver las excelencias del trabajo en común practicado por los
peones redimidos, en lugar de trabajar la tierra individualmente
querrán trabajar en común también ellos y así no habrá necesidad
de fraccionar la tierra en parcelas, con lo que se ahorrará a la
Junta el odioso trabajo de dar a cada quien que lo solicite un pedazo
de tierra.
Aunque queden las
negociaciones en manos de los trabajadores se prohibirá su
enajenación como en el Programa se prescribe para las tierras. De
este modo se reanudará el trabajo en medio de la revolución y se
habrá hecho obra anarquista invocando la necesidad de que no cese la
producción para evitar el hambre de las masas.
Hay que tener en cuenta
que no contando los trabajadores con moneda para pagarse un diario
con que comprar lo que necesiten para vivir, es preciso que ellos
mismos establezcan una comisión de estadística que llevará un
registro de los recursos con que cuenta cada región dominada por la
revolución, así como de las necesidades de los habitantes
laboriosos de las mismas regiones.Teniendo ese registro los
trabajadores se cambiarán mutuamente sus productos y habrá tal
exceso de producción, que podrán fácilmente sin sacrificio
mantener a los soldados de la revolución. Además se aconsejará a
los trabajadores que estén armados ellos mismos para defender lo que
la revolución les ha dado de las embestidas que den los soldados de
la tiranía, y la probable acometida que nos den los gringos o
algunas otras naciones.
Al principio no
molestaremos a los burgueses extranjeros, sino hasta que el pueblo
casi todo tenga algo material que defender y algo para hacerse
respetar. Cuando los parias tengan algo que defender veremos que no
habrá uno que deje de empuñar el fusil.
Se presentarán problemas
nuevos pero no creo que sean de difícil solución estando los mismos
trabajadores interesados en el asunto. Vendrán, además, muchos
anarquistas españoles e italianos al ver lo que está ocurriendo, y
ellos ayudarán muy bien. Me parece que sería muy bueno que uno de
nosotros fuera a dar una vuelta durante la revolución para animar a
aquellos compañeros a darnos una buena ayuda viniéndose a agitar
las masas y a dirigirlas en todo lo que se necesite. Yo creo que
vendrían muchísimos y hasta se les podría costear el viaje
derramándose después por todo el país una nube de compañeros.
Obrando como propongo, si
no se vence al menos habrá quedado una gran enseñanza.
Ya estoy muy cansado.
Escribo en posición tan forzada que me duele el pecho, del que,
entre paréntesis, estoy ya muy enfermo. No ceso de toser, me duele
la espalda y me siento mal, muy mal. Lo que me sostiene es que no me
abato. El frio que contínuamente hay en esta cárcel me está
agravando. Pesaba yo doscientas diez y ocho libras y hoy sólo peso
ciento sesenta y ocho. La carcel es de hierro; nunca recibe un rayo
de sol; el viento frio sopla de dia y de noche, y delicado como he
sido siempre de los pulmones, siento que no resistiré otro invierno
en esta cárcel en donde no hay calentadores para los presos. Tengo
un catarro muy fuerte que desde que nos metieron a la cárcel no se
me quita. Se me calma dos o tres días pero para atacarme con más
fuerza. En este momento estoy acalenturado. La fortuna es que no me
abato y así yo mismo me doy fuerza. Pero volvamos al asunto que
motiva esta carta.
Creo que es necesario que
vengan muchos anarquistas para que aleccionen al pueblo. Además, es
bueno hacer reimprimir folletos y libros anarquistas para que sean
repartidos por millones. De ese trabajo pueden encargarse amigos de
confianza.
No debemos mandar
representantes cerca de los gobiernos extranjeros, porque entonces
entraríamos en un mar de compromisos que quitarían a la revolución
su carácter especialísimo. Deberemos cultivar relaciones
internacionales, pero no con los gobiernos sino con las
organizaciones obreras de todo el mundo ya sean simplemente trade
unionistas, socialistas o anarquistas.
No se me ocurre algo más
por lo pronto. Librado los saluda cariñosamente. Reciban un fuerte
abrazo de su hermano RICARDO que mucho los quiere.
Continúo hablando del
mismo hoy, quince de junio, queridos hermanos.
Va a haber burgueses muy
ladinos que al ver lo que pasa a sus compañeros, no cerrarán sus
negociaciones y entónces no habrá pretexto inmediato para
arrebatarles la propiedad. En este caso que va a ser tal vez el más
frecuente, se agitará a los obreros de esas negociaciones para que
pidan “imposibles” de manera que los patrones se vean forzados a
cerrar. Entonces los obreros tomarán posesión de la negociación.
Sé que de escoger entre
dos caminos, el que deba mejor seguirse para las expropiaciones, la
Junta puede decretarlas, o bien los obreros pueden consumarlas, y en
este caso, que me parece el mejor, porque disfraza muy bien el
caracter anarquista de la Junta, no tenemos más que aprobar hechos
consumados. Para seguir esta última táctica hay necesidad de hacer
una gran agitación entre los obreros, repartirles folletos, libros,
meter entre ellos agitadores anarquistas. Todo esto se puede hacer
muy bien (me refiero a la agitación) y creo que, lo que se haga por
los obreros mismos, será más sólido que lo que se haga por
decretos de la Junta. La cuestión es traerse una vez comenzada y
formalizada la revolución, un gran número de compañeros de Europa
a fomentar en México la publicación de muchos periódicos
anarquistas. Como tendremos dinero, todo eso se podrá hacer
fácilmente. Sólo los anarquistas van a saber que somos
anarquistas, y les aconsejaremos que no nos llamen anarquistas para
no atemorizar a tanto imbécil que en el fondo de la conciencia
abriga ideales como los nuestros, pero que sin saber que son ideales
anarquistas, pues están acostumbrados a oír hablar de los
anarquistas en términos desfavorables. Más bien que imbéciles son
ignorantes. No hay que ser injustos.
Lo que se haga por los
obreros mismos tendrá que ser más sólido, por ser el resultado de
un esfuerzo conciente. Así, pues, creo que esa será la mejor
táctica; agitar a los obreros induciéndolos a que expropíen. La
Junta ante los hechos consumados tendrá que aprobar. Así
seguiremos dando “el timo” de liberalismo en beneficio de
nuestros bellos ideales.
Me parece que no tengo
más que agregar.
Si Librado o yo tenemos
hoy visita extraordinaria tal vez podremos echar fuera esta carta y
mi anterior adjunta. Hoy es diez y siete de junio y me refiero,
querido hermanito, a la tuya de ayer. Quedamos enterados de que
saldrán el próximo sábado y, hermanito, deseamos que no te ocurra
nada desagradable en el viaje. A Paulina o a Rómulo como lo indicas
ocurriré cuando se trate o llegase aquí algo en secreto, quedando
entendido de que conocen la clave.
Ayer hablé con el
compañero Gaitán, quien va a El Paso con Goliat para entrar a la
lucha. La compañera de Gaitán sale manaña para El Paso y
convenimos en que ella te llevaría como equipaje el bulto de
manifiestos. La oportunidad es brillante. Si ya enviaste a Ulíbarri
todos los membretes, quedará listo el asunto. Manda decir desde
luego a Gaitán, Ulíbarri o Loya la dirección a que deba ir el
bulto de manifiestos para que no haya tropiezo. Tomo nota dirección
Prisciliano y de la indicación de que si es a Paulita a quien debo
por conducto del excelente Salvador mandar lo que para ustedes tenga
para que ella le dé curso.
Ustedes con más acierto
podrán resolver sobre lo que propone la formación de la primera
zona de occidente, pero me parece que es muy poca la sierra para
construír una zona. Magnífica la noticia de la unión del
escuadrón Zaragoza con Diaz Guerra.
No caben rollitos más
gruesos que los que se hacen con papel de fumar wheat straw.
En ese papel me has de escribir: digo esto porque no me puede dar
Salvador la carta que rompiste en cuatro. Tal vez en ella se diga
sobre Diaz Quintas. Ya no es tiempo para ir á verlo, así es que no
urge.
Yo también opino porque
se publique Revolución, el nombre después de todo es lo de
menos, pero por un romanticismo muy natural, me gustaría más que
fuera Regeneración el periódico.
No tengo más que decir,
querido hermanito, si no que me quedo desesperado porque también
quisiera estar cerca del teatro de los próximos deseados sucesos.
Yo creo que ahora sí no
podrá sofocar el Viejo la revolución y que al fin el pueblo se hará
justicia.
Ojalá que la sangre que
se derrame sea fecunda en bienes para el proletario, y creo que lo
será si nos proponemos mejor que obtener un triunfo fácil
aliándonos a la burguesía obtener verdaderas libertades para el
pueblo enmancipándolo económicamente, paso a paso o salto a salto,
como se pueda en el curso de la grandiosa revolución en cuyos
umbrales nos hallamos.
Sueño con grandes,
efectivas conquistas durante la revolución. No debemos titubear.
Es muy posible que nuestra revolución rompa el equilibrio europeo y
se decidan aquellos proletarios a hacer lo que nosotros. Tal vez si
llevamos a cabo lo que propongo se nos echen encima las potencias de
Europa, pero eso será el último acto de la farsa gubernamental,
porque estoy seguro no nos dejarán perecer nuestros hermanos del
otro lado del mar. Si logramos tener éxito durante la revolución,
esto es, si logramos ir despojando y restituyendo, no importa que se
prolongue por años nuestro movimiento.
Debemos esforzarnos por
que la gran mayoría de jefes y oficiales revolucionarios sean más o
menos hombres de nuestro modo de pensar y, al efecto, Gaitán como
Palomarez, como otros más, Loya por ejemplo, para que esté la
fuerza de nuestra parte, porque hay muchos, muchísimos, que no
piensan sino en su engrandecimiento personal. Teniendo el mando los
libertarios haremos una grande obra.
Para jefes de las zonas
donde no hay ahora grupos, debemos nombrar libertarios.
Una fenomenal propaganda
libertaria se impone. Procuremos encargarnos envíen folletos los
periódicos anarquistas y reimprimirlos en México con dinero que se
arranque a los burgueses. Todo ese trabajo lo pueden desempeñar
amigos de confianza para que la Junta siga conservando aparentemente
un papel “libre”. Siguiendo la táctica que a ustedes propongo en
la adjunta carta no volveremos a tener oportunidad mejor para
trabajar por el ideal como en medio de la revolución.
Ya me despido.
Envía un fuerte abrazo a
todos, y a ti, hermanito, mi grande fraternal cariño. Librado
también los saluda. Saluda a todos.
Ricardo Flores Magón
Firmado
Descifrado de su original por Antonio
V. Lomelí.
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