Nº 161
ASHRE L-E-937 FF. 317 a 321
Embajada de México en los Estados
Unidos de América
Washington, D.C., 11 de julio de 1908.
Oficio del Embajador de México en
Washington: Enrique C. Creel al Secretario interino de los Estados
Unidos de América
Washington, D. C.
Aunto: Informa sobre la situación
en la frontera de México y los Estados Unidos.
Honorable Señor:
He recibido instrucciones
de mi Gobierno de presentar a ese Departamento de Estado una
expedición franca y verídica de la situación de la frontera de
México con los Estados Unidos, y de los últimos acontecimientos que
han causado alguna alarma en el extranjero, si bien, por ahora, no
reviste ninguna amenaza contra el orden y la tranquilidad pública.
Hace varios años que un
pequeño grupo de cinco o seis mexicanos descontentos y apasionados
salieron de México para establecerse en San Antonio Texas, y después
en St, Louis, Mo.,con el objeto de hacer publicaciones socialista,
anarquista y revolucionario contra el Gobierno de México, los
capitalistas y las clases más distinguidas de nuestra sociedad.
Los agitadores a quienes
me refiero son Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal, Enrique
Flores Magón, Librado Rivera y Juan Sarabia. Después se le han
agregado como propagandistas Lauro Aguirre, de El Paso, Texas, y
Antonio de P. Araújo, de Del Río, Texas.
Todas estas personas no
pertenecen a ningún partido político de México, no tienen
prestigio, no cuentan con ningún apoyo, la prensa y la opinión
pública condenan su conducta, y después de seis años de esfuerzos
han dado pruebas de que carecen por completo de elementos aun para
formar alguna asociación, o pequeña fracción política.
Desesperados por el
fracaso más absoluto en la realización de sus planes quiméricos y
visionarios, han cambiado de táctica, excitando las malas pasiones y
el apetito de algunos mexicanos, que huyendo de la justicia, o por
otros motivos, han venido a radicarse en la Frontera de Arizona,
Nuevo México y Texas, principalmente en este último Estado.
A esa gente ignorante le
han hecho entender que es relativamente fácil organizar en
territorio americano, expediciones armadas que invadan el territorio
mexicano, que sorprendan algunas poblaciones de la frontera y que
roben impunemente a sus habitantes.
Les presentan por una
parte los halagos del botín, del robo y del pillaje, y por la otra
les ofrecen honores, recibiéndolos con ovaciones por sus triunfos, y
aún dándoles nombramientos de Coroneles y Generales.
Una de esas gavillas de
bandoleros fue organizada públicamente en Del Río Texas, y en
septiembre de 1906 asaltó a Villa de Jiménez, cometiendo robos y
asesinatos.
El Gobierno Mexicano
movió fuerzas sobre sus bandoleros y pronto los derrotó pero de
ellos al verse perseguidos pasaron el río y se refugiaron en Del Río
y otras poblaciones de Texas.
El Jefe de esa gavilla
fue Juan José Arredondo y lo acompañaron varios hombres montados y
armados.
El Gobierno de México
solicitó la extradición de esos criminales, de conformidad con el
Tratado de 22 de Febrero de 1899, y con gran sorpresa supe que se le
negaba, por haberse calificado como delito “político”, el asalto
a Villa Jiménez, por Arredondo y cómplices.
En vista de esa
resolución, el Gobierno de México se abstuvo de solicitar otras
extradiciones, prefiriendo que el Gobierno de los Estados Unidos
juzgara a los criminales en su propio territorio y los castigara por
violación a las leyes de neutralidad.
En efecto en Arizona se
ha iniciado, por las autoridades federales, un juicio contra Ricardo
Flores Magón y Antonio I. Villarreal, quienes por varios delitos
fueron aprehendidos en Los Ángeles, Cal., en agosto de 1907.
El juicio no comienza
todavía, porque Magón y Villarreal han interpuesto varios recursos,
alguno de los cuales está pendiente en la Suprema Corte de Justicia
de los Estados Unidos.
Entre tanto los mismos
agitadores siguen en su mala obra, excitando al robo y el pillaje por
medios violentos y causando desgracias. Del Río y El Paso, Texas
han sido los principales centros de esa propaganda de desorden y
bandolerismo.
En Del Río, Texas, se
organizó una gavilla compuesta de cincuenta hombres montados y
armados que asaltaron la pequeña población Las Vacas, Coahuila, en
la madrugada del 26 de julio último. En ese lugar había un
destacamento de fuerza federal y los asaltantes fueron rechazados,
habiendo habido como veinte muertos y heridos por una y otra parte.
Los bandidos robaron
alguna caballada y regresaron públicamente a Del Río Texas, sin que
tenga noticia mi Gobierno de que ninguno de ellos haya sido
aprehendido.
Otra gavilla, organizada
parte en Texas, y parte en la frontera de Coahuila, en número de
sesenta hombres, asaltó en la noche del 25 de julio último a Villa
Viesca, Coahuila, matando a varios policías y robando las oficinas
públicas y varias casas particulares.
Los robos en dinero,
armas y caballos y efectos de varias clases, cometidos en Viesca, los
Hornos y Matamoros, Coahuila ascendieron a cerca de veinte mil pesos.
Las fuerzas del Gobierno
derrotaron muy pronto a esta gavilla, y algunos de los bandidos andan
huyendo por la sierra de Jimulco, Coahuila, mientras que otros han
regresado a Texas.
Otra gavilla de bandidos
asaltó Las Palomas, Chihuahua, y fue rechazada por gendarmes
federales, habiendo habido dos muertos, uno por cada parte.
En El Paso, Tex., se
descubrió que varios mexicanos estaban acumulando armas y municiones
y preperando un asalto sobre Ciudad Juárez, Chihuahua. Cuatro de
esos bandidos fueron aprehendidos por orden del Marshall de los
Estados Unidos, y se les recogieron las armas, municiones y un
crecido número de documentos que prueban su complicidad con otras
personas. Sus nombres son Prisciliano G. Silva, José María G.
Ramírez, Leocadio B. Triviño y Benjamín B. Silva.
Ante estos diversos
atentados contra la vida de personas pacíficas y laboriosas, ante
estos actos de bandolerismo, ante estas amenazas contra la sociedad;
ante estos escándalos que llevan su resonancia sensacional al
extranjero y que producen alarma por todas partes, la prensa de
México de todos los colores políticos y la opinión pública, se
han pronunciado, condenando enérgicamente la conducta criminal de
esos bandidos; y la sociedad herida y agraviada pide su castigo.
A las gestiones que ha
hecho esta Embajada cerca de ese Departamento de Estado, ha seguido
la acción inmediata del Gobierno de los Estados Unidos, demostrando
su buena voluntad para colaborar con el de México, en la persecución
y el castigo de esos criminales, de conformidad con la ley, y esa
buena voluntad que está a la altura de las amistosas relaciones de
los dos países, y que se funda en la causa de la justicia y de la
civilización ha animado a mi gobierno para provocar estas francas
explicaciones sobre la situación de la frontera, y a procurar un
acuerdo general y una inteligencia clara, sobre la mejor manera de
resolver ese problema dentro de la ley y con apoyo de los Tratados
que rigen nuestras relaciones internacionales.
A los actos de bandidaje
a que me he referido, no se les puede dar ningún color político.
No lo tienen ni en el fondo ni en la forma, ni en los motivos, ni en
ninguno de sus aspectos.
En México no existe ni
una sombra siquiera del movimiento revolucionario. No hay ningún
partido político que simpatice, ni que pueda estar de acuerdo con
los criminales comunes que roban y asesinan.
La experiencia, los
acontecimientos del dominio público y la información que de tiempo
en tiempo ha recibido ese Departamento de Estado, ponen en claro
estos hechos y no puede haber ya la menor duda sobre su recta, justa
y legal interpretación. Sobre esta base desearía el Gobierno de
México no encontrar dificultad ninguna para que se hagan efectivas
las extradiciones que va a solicitar y que proceden de conformidad
con el Tratado ya mencionado. Pero como acontece que alguno de los
cómplices y responsables de esos mismos delitos no pasen a
territorio mexicano, espera el gobierno de México que en este país
se les juzgue y castigue por violación de las leyes de neutralidad.
Por su parte el Gobierno
de México tomará todas las precauciones que son necesarias para
cuidar sus fronteras, pues está resuelto a conservar el orden y a
dar completas garantías a la sociedad protegiendo la vida y la
propiedad de sus habitantes.
El Gobierno de México
confía en que ese Departamento de Estado, que siempre se ha
distinguido por el acierto y la justicia en sus relaciones
internacionales; y que tantas pruebas le ha dado a México de sus
buenas y amistosas relaciones y de sus sanos y sinceros propósitos,
en esta vez ha de tomar especial empeño por promover todo lo que
estime oportuno y conveniente, para reprimir enérgicamente los actos
de bandolerismo que se vienen desarrollando en la frontera; y que
pudieran constituír un grave peligro, si los criminales se convencen
de que pueden ejercerlos con impunidad y de que los Gobiernos de los
dos países son impotentes para perseguirlos y castigarlos. Esto por
supuesto no sucederá; y tan pronto se conozca la actitud de los dos
Gobiernos y sus medios de acción, vendrá el convencimiento del
peligro que corren los responsables de esos delitos y se abstendrán
de cometerlos.
Reitero a usted Honorable
Señor, las seguridades de mi muy distinguida consideración.
Enrique C. Creel
Firmado
Honorable Robert Bacon, Secretario
Interino de Estado de los Estados Unidos de América.
Presente.
Es Copia. Washington, 11 de julio de
1908
José F. Godoy. Primer
Secretario interino
Firmado
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