Nº 270
AHSRE L-E-851 (2) F. 69
Regeneración, Semanal
Revolucionario, IV época, n° 56
30 de septiembre de 1911, Los Angeles,
California
“Manifiesto del 23 de septiembre
de 1911”
Mexicanos:
La Junta Organizadora del
Partido Liberal mexicano ve con simpatía vuestros esfuerzos para
poner en práctica los altos ideales de emancipación política,
económica y social, cuyo imperio sobre la tierra pondrá fin a esa
ya bastante larga contienda del hombre contra el hombre, que tiene su
origen en la desigualdad de fortunas que nace del principio de la
propiedad privada.
Abolir ese principio
significa el aniquilamiento de todas las instituciones políticas,
económicas, sociales, religiosas y morales que componen el ambiente
dentro del cual se asfixian la libre iniciativa y la libre asociación
de los seres humanos que se ven obligados, para no perecer, a
entablar entre sí una encarnizada competencia, de la que salen
triunfantes, no los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor
dotados en lo físico, en lo moral o en lo intelectual, sino los más
astutos, los más egoístas, los menos escrupulosos, los más duros
de corazón, los que colocan su bienestar personal sobre cualquier
consideración de humana solidaridad y de humana justicia.
Sin el principio de la
propiedad privada no tiene razón de ser el gobierno, necesario tan
sólo para tener a raya a los desheredados en sus querellas o en sus
rebeldías contra los detentadores de la riqueza social; ni tendrá
razón de ser la Iglesia, cuyo exclusivo objeto es estrangular en el
ser humano la innata rebeldía contra la opresión y la explotación
por la prédica de la paciencia, de la resignación y de la humildad,
acallando los gritos de los instintos más poderosos y fecundos con
la práctica de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud
de las personas, y, para que los pobres no aspiren a los goces de la
tierra y constituyan un peligro para los privilegios de los ricos,
prometen a los humildes, a los más resignados, a los más pacientes,
un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas que
se alcanzan a ver...
Capital, Autoridad,
Clero: he ahí la trinidad sombría que hace de esta bella tierra un
paraíso para los que han logrado acaparar en sus garras por la
astucia, lo violencia y el crimen, el producto del sudor, de la
sangre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de
trabajadores, y un infierno para los que con sus brazos y su
inteligencia trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las
casas, transportan los productos, quedando de esa manera dividida la
humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente
opuestos: la clase capitalista y la clase trabajadora; la clase que
posee la tierra, la maquinaria de producción y los medios de
transportación de las riquezas, y de la clase que no cuenta más que
con sus brazos y su inteligencia para proporcionarse el sustento.
Entre estas dos clases
sociales no puede existir vínculo alguno de amistad ni de
fraternidad, porque la clase poseedora está siempre dispuesta a
perpetuar el sistema económico, político y social que garantiza el
tranquilo disfrute de sus rapiñas, mientras la clase trabajadora
hace esfuerzos por destruir ese sistema inicuo para instaurar un
medio en el cual la tierra, las casas, la maquinaria de producción y
los medios de transportación sean de uso común.
Mexicanos:
El Partido Liberal
Mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir a
la vida, tiene derecho de gozar de todas y cada una de las ventajas
que la civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el
producto del esfuerzo y del sacrificio de la clase trabajadora de
todos los tiempos.
El Partido Liberal
Mexicano reconoce, como necesario, el trabajo para la subsistencia,
y, por lo tanto, todos con excepción de los ancianos, de los
impedidos e inútiles y de los niños, tienen que dedicarse a
producir algo útil para poder dar satisfacción a sus necesidades.
El Partido Liberal
Mexicano reconoce que el llamado derecho de propiedad individual es
un derecho inicuo, porque sujeta al mayor número de seres humanos a
trabajar y a sufrir para la satisfacción y el ocio de un pequeño
número de capitalistas.
El Partido Liberal
Mexicano reconoce que la Autoridad y el Clero son el sostén de la
iniquidad capital, y, por lo tanto, la Junta Organizadora del Partido
Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la Autoridad,
guerra al Capital, guerra al Clero.
Contra el Capital, la
Autoridad y el Clero, el Partido Liberal Mexicano tiene enarbolada la
Bandera Roja en los campos de la acción en México, donde nuestros
hermanos se baten como leones, disputando la victoria a las huestes
de la burguesía o sean: maderistas, reyistas, vazquistas,
científicos, y tantas otras cuyo único propósito es encumbrar a un
hombre a la primera magistratura del país, para hacer negocio a su
sombra sin consideración alguna a la masa entera de la población de
México, y reconociendo, todas ellas, como sagrado, el derecho de
propiedad individual.
En estos momentos de
confusión, tan propicios para el ataque contra la opresión y la
explotación; en estos momentos en que la Autoridad, quebrantada,
desequilibrada, vacilante, acometida por todos sus flancos por las
fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de todos
los apetitos avivados por la esperanza de un próximo hartazgo; en
estos momentos de zozobra, de angustia, de terror para todos los
privilegios, masas compactas de todos los desheredados invaden las
tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las manos creadoras
sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a todo lo que ayer
era respetable: Autoridad, Capital y Clero; abren el surco, esparcen
la semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de un trabajo
libre.
Estos son, mexicanos, los
primeros resultados prácticos de la propaganda y de la acción de
los soldados del proletariado, de los generosos sostenedores de
nuestros principios igualitarios, de nuestros hermanos que desafían
toda imposición y toda explotación con este grito de muerte para
todos los de arriba, y de vida y de esperanza para todos los de
abajo: ¡Viva Tierra y Libertad!
La tormenta se recrudece
día a día: maderistas, gomezvazquistas, reyistas, científicos,
delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que voléis a defender
sus desteñidas banderas, protectoras de los privilegios de la clase
capitalista. No escuchéis las dulces canciones de esas sirenas, que
quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para establecer un
gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja los intereses de los
ricos. ¡Arriba todos; pero para llevar a cabo la expropiación de
los bienes que detentan los ricos!
La expropiación tiene
que ser llevada a cabo a sangre y fuego durante este grandioso
movimiento, como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos
los habitantes de Morelos, sur de Puebla, Michoacán, Guerrero,
Veracruz, norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco,
Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo y regiones de otros
estados, según ha tenido que confesar la misma prensa burguesa de
México, en que los proletarios han tomado posesión de la tierra sin
esperar a que un gobierno paternal se dignase hacerlos felices,
conscientes de que no hay que esperar nada bueno de los gobiernos y
de que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos.
Estos primeros actos de
expropiación han sido coronados por el más risueño de los éxitos;
pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión de la tierra y
de los implementos de agricultura: hay que tomar resueltamente
posesión de todas las industrias por los trabajadores de las mismas,
consiguiéndose de esa manera que las tierras, las minas, las
fábricas, los talleres, las fundiciones, los carros, los
ferrocarriles, los barcos, los almacenes de todo género y las casas
queden en poder de todos y cada uno de los habitantes de México, sin
distinción de sexo.
Los habitantes de cada
región en que tal acto de suprema justicia se lleve a cabo no tienen
otra cosa que hacer que ponerse de acuerdo para que todos los efectos
que se hallen en las tiendas, almacenes, graneros, etcétera, sean
conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde hombres y
mujeres de buena voluntad practicarán un minucioso inventario de
todo lo que se haya recogido, para calcular la duración de esas
existencias, teniendo en cuenta las necesidades y el número de los
habitantes que tienen que hacer uso de ellas, desde el momento de la
expropiación hasta que en el campo se levanten las primeras cosechas
y en las demás industrias se produzcan los primeros efectos.
Hecho el inventario, los
trabajadores de las diferentes industrias se entenderán entre sí
fraternalmente para regular la producción; de manera que, durante
este movimiento, nadie carezca de nada, y sólo se morirán de hambre
aquellos que no quieran trabajar, con excepción de los ancianos, los
impedidos y los niños, que tendrán derecho a gozar de todo.
Todo lo que se produzca
será enviado al almacén general de la comunidad del que todos
tendrán derecho a tomar TODO LO QUE NECESITEN SEGÚN SUS
NECESIDADES, sin otro requisito que mostrar una contraseña que
demuestre que esté trabajando en tal o cual industria.
Como la aspiración del
ser humano es tener el mayor número de satisfacciones con el menor
esfuerzo posible, el medio más adecuado para obtener ese resultado
es el trabajo en común de la tierra y de las demás industrias. Si
se divide la tierra y cada familia toma un pedazo, además del grave
peligro que se corre de caer nuevamente en el sistema capitalista,
pues no faltarán hombres astutos o que tengan hábitos de ahorro que
logren tener más que otros y puedan a la larga poder explotar a sus
semejantes; además de este grave peligro, está el hecho de que si
una familia trabaja un pedazo de tierra, tendrá que trabajar tanto o
más que como se hace hoy bajo el sistema de la propiedad individual
para obtener el mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente;
mientras que si se une la tierra y la trabajan en común los
campesinos, trabajarán menos y producirán más. Por supuesto que no
ha de faltar tierra para que cada persona pueda tener su casa y un
buen solar para dedicarlo a los usos que sean de su agrado. Lo mismo
que se dice del trabajo en común de la tierra puede decirse del
trabajo en común de la fábrica, del taller, etcétera, pero cada
quien, según su temperamento, según sus gustos, según sus
inclinaciones podrá escoger el género de trabajo que mejor le
acomode, con tal que produzca lo suficiente para cubrir sus
necesidades y no sea una carga para la comunidad.
Obrándose de la manera
apuntada, esto es, siguiendo inmediatamente a la expropiación la
organización de la producción, libre ya de amos y basada en las
necesidades de los habitantes de cada región, nadie carecerá de
nada a pesar del movimiento armado, hasta que, terminado este
movimiento con la desaparición del último burgués y de la última
autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley sostenedora de
privilegios, y puesto todo en manos de los que trabajan, nos
estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos con gritos de
júbilo la instauración de un sistema que garantizará a todo ser
humano el Pan y la Libertad.
Mexicanos:
Por esto es por lo que
lucha el Partido Liberal Mexicano. Por esto es por lo que derrama su
sangre generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo la Bandera
Roja al grito prestigioso de ¡Tierra y Libertad!
Los liberales no han
dejado caer las armas a pesar de los tratados de paz del traidor
Madero con el tirano Díaz, y a pesar, también, de las incitaciones
de la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus bolsillos, y
esto ha sido así, porque los liberales somos hombres convencidos de
que la libertad política no aprovecha a los pobres, sino a los
cazadores de empleos, y nuestro objeto no es alcanzar empleos ni
distinciones, sino arrebatarlo todo de las manos de la burguesía,
para que todo quede en poder de los trabajadores.
La actividad de las
diferentes banderías políticas que en estos momentos se disputan la
supremacía, para hacer, la que triunfe, exactamente lo que hizo el
tirano Porfirio Díaz, porque ningún hombre, por bien intencionado
que sea, puede hacer algo en favor de la clase pobre cuando se
encuentra en el Poder; esa actividad ha producido el caos que debemos
aprovechar los desheredados, tomando ventaja de las circunstancias
especiales en que se encuentra el país, para poner en práctica, sin
pérdida de tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes del Partido
Liberal Mexicano, sin esperar a que se haga la paz para efectuar la
expropiación, pues para entonces ya se habrán agotado las
existencias de efectos en las tiendas, graneros, almacenes y otros
depósitos, y como al mismo tiempo, por el estado de guerra en que se
había encontrado el país, la producción se habrá suspendido, el
hambre sería la consecuencia de la lucha, mientras que, efectuando
la expropiación y la organización del trabajo libre durante el
movimiento, ni se carecerá de lo necesario en medio del movimiento
ni después.
Mexicanos:
Si queréis ser de una
vez libres no luchéis por otra causa que no sea la del Partido
Liberal Mexicano. Todos os ofrecen libertad política para después
del triunfo: los liberales os invitamos a tomar la tierra, la
maquinaria, los medios de transportación y las casas desde luego,
sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin aguardar a que una ley
decrete tal cosa, porque las leyes no son hechas por los pobres, sino
por señores de levita, que se cuidan bien de hacer leyes en contra
de su casta.
Es el deber de nosotros
los pobres trabajar y luchar por romper las cadenas que nos hacen
esclavos. Dejar la solución de nuestros problemas a las clases
educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre sus garras.
Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los
hambrientos; los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza;
los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana
para nuestras compañeras y nuestros hijos; los que, llegados a
viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos
trabajar, toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil
para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad,
que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos y los
malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos.
Todos los males que
aquejan al ser humano provienen del sistema actual, que obliga a la
mayoría de la humanidad a trabajar y a sacrificarse para que una
minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun todos sus
caprichos, viviendo en la ociosidad y en el vicio. Y menos malo si
todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo; como la producción
no está arreglada para satisfacer las necesidades de los
trabajadores, sino para dejar utilidades a los burgueses, éstos se
dan maña para no producir más que lo que pueden expender, y de ahí
los paros periódicos de las industrias o la restricción del número
de trabajadores, que proviene, también, del hecho del
perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con ventaja los brazos
del proletariado.
Para acabar con todo eso
es preciso que los trabajadores tengan en sus manos la tierra y la
maquinaria de producción, y sean ellos los que regulen la producción
de las riquezas atendiendo a las necesidades de ellos mismos.
El robo, la prostitución,
el asesinato, el incendiarismo, la estafa, productos son del sistema
que coloca al hombre y a la mujer en condiciones que para no morir de
hambre se ven obligados a tomar de donde hay o a prostituirse, pues
en la mayoría de los casos, aunque se tengan deseos grandísimos de
trabajar, no se consigue trabajo, o es éste tan mal pagado, que no
alcanza el salario ni para cubrir las más imperiosas necesidades del
individuo y de la familia, aparte de que la duración del trabajo
bajo el presente sistema capitalista y las condiciones en que se
efectúa, acaban en poco tiempo con la salud del trabajador, y aun
con su vida, en las catástrofes industriales, que no tiene otro
origen que el desprecio con que la clase capitalista ve a los que se
sacrifican por ella.
Irritado el pobre por la
injusticia de que es objeto; colérico ante el lujo insultante que
ostentan los que nada hacen; apaleado en las calles por el polizonte
por el delito de ser pobre; obligado a alquilar sus brazos en
trabajos que no son de su agrado; mal retribuido, despreciados por
todos los que saben más que él o por los que por dinero se creen
superiores a los que nada tienen; ante la expectativa de una vejez
tristísima y de una muerte de animal despedido de la cuadra por
inservible, inquieto ante la posibilidad de quedar sin trabajo de
un día para otro; obligado a ver como enemigo aun a los mismos de su
clase, porque no sabe quién de ellos será el que vaya a alquilarse
por menos de lo que él gana, es natural que en estas circunstancias
se desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el
crimen, la prostitución, la deslealtad los naturales frutos del
viejo y odioso sistema que queremos destruir hasta en sus más
profundas raíces, para crear uno nuevo de amor, de igualdad, de
justicia, de fraternidad, de libertad.
Arriba todos como un solo
hombre! En las manos de todos están la tranquilidad, el bienestar,
la libertad, la satisfacción de todos los apetitos sanos; pero no
nos dejemos guiar por directores; que cada quien sea el amo de sí
mismo; que todo se arregle por el consentimiento mutuo de las
individualidades libres. Muera la esclavitud! Muera el hambre! Viva
Tierra y Libertad!
Mexicanos:
Con la mano puesta en el
corazón y con nuestra conciencia tranquila, os hacemos un formal y
solemne llamamiento a que adoptéis todos, hombres y mujeres, los
altos ideales del Partido Liberal Mexicano. Mientras haya pobres y
ricos, gobernantes y gobernados, no habrá paz, ni es de desearse que
la haya porque esa paz estaría fundada en la desigualdad política,
económica y social, de millones de seres humanos que sufren hambre,
ultrajes, prisión y muerte, mientras una pequeña minoría goza toda
suerte de placeres y de libertades por no hacer nada.
A la lucha!; a expropiar
con la idea del beneficio para todos y no para unos cuantos, que esta
guerra no es una guerra de bandidos, sino de hombres y mujeres que
desean que todos sean hermanos y gocen, como tales, de los bienes que
nos brinda la naturaleza y el brazo y la inteligencia que del hombre
han creado, con la única condición de dedicarse cada quien a un
trabajo verdaderamente útil.
La libertad y el
bienestar están al alcance de nuestras manos. El mismo esfuerzo y el
mismo sacrificio que cuesta elevar a un gobernante, esto es, un
tirano, cuesta la expropiación de los bienes que detentan los ricos.
A escoger, pues: o un nuevo gobernante, esto es, un nuevo yugo, o la
expropiación salvadora y la abolición de toda imposición
religiosa, política o de cualquier otro orden.
¡TIERRA Y LIBERTAD!
Dado en la ciudad de Los Ángeles,
Estado de California, Estados Unidos de América, a los 23 días del
mes de septiembre de 1911
Ricardo Flores Magón
Antonio de P. Araujo
Librado Rivera
Anselmo L. Figueroa
Enrique Flores Magón
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